Opinión

Hijos, trabajo, estudios: ¿Es examen para iniciar una relación amorosa en Guinea Ecuatorial?

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¿Quién no se ha formulado esa serie de preguntas ante la incertidumbre social?, pues, la Periodista Úrsula Inés Nkama nos ofrece su punto de vista ante ese dilema.


Por Úrsula Inés NKAMA OBIANG MAYÉ

En nuestra sociedad actual, a minudo se  escucha que los hombres buscan ciertas características específicas en una mujer antes de siquiera considerar la posibilidad de iniciar una relación: si tiene hijos (y cuántos), cuál es su profesión u oficio, qué nivel de estudios ha alcanzado, e incluso, cuál es su edad. ¿Es esto realmente amor en su esencia más pura? ¿O se trata, más bien, de una lista de requisitos fríos y calculadores que poco o nada tienen que ver con la conexión genuina y profunda que debería existir entre dos personas?

La triste y a veces dolorosa realidad es que muchas mujeres, particularmente aquellas que ya tienen hijos a su cargo y que, además, no cuentan con un empleo formal o estable, son consideradas, erróneamente, como "no aptas" o "indignas" para contraer matrimonio por ciertos hombres. Esta actitud, lamentablemente común, refleja una visión terriblemente superficial y limitada del verdadero valor de una persona, basándose casi exclusivamente en criterios materiales y sociales, dejando de lado por completo la riqueza interior y la esencia misma del ser humano. De esta manera, se considera  la idea errónea de que el éxito personal se mide únicamente por los logros externos y palpables, ignorando por completo las cualidades propias que hacen a cada individuo un ser único e irrepetible. Incluso algunas madres llegan a aconsejar a sus hijos que han alcanzado un buen nivel educativo que busquen mujeres que no tengan hijos, perpetuando así este círculo vicioso de prejuicios.

El amor verdadero, ese que trasciende lo físico y lo material, no entiende de requisitos preestablecidos ni de etiquetas limitantes. Se basa, fundamentalmente, en la aceptación incondicional del otro tal como es, con sus virtudes y sus defectos; en el respeto mutuo, que implica valorar la individualidad y la libertad de cada uno; y en la conexión emocional, ese lazo invisible que une a dos almas y que permite una comunicación profunda y sincera.

 Una mujer que tiene hijos no es, en absoluto, menos valiosa que otra que no los tiene; de hecho, su experiencia y su capacidad de amar pueden ser aún mayores. Y su valía personal no se define, en ningún caso, por su profesión o por el nivel de estudios que haya alcanzado, sino por la calidad de su corazón y por la luz que irradia su espíritu. 

Se considera que todas las personas, sin excepción, merecen ser amadas y respetadas por quienes son, independientemente de sus circunstancias personales o de su situación económica.

El amor genuino y auténtico reside en la empatía, en la capacidad de ponerse en el lugar del otro y de comprender sus sentimientos; en la comprensión, que implica aceptar las diferencias y perdonar los errores; y en el apoyo mutuo, que se manifiesta en los momentos de alegría y, sobre todo, en los momentos de dificultad. Estos valores esenciales trascienden cualquier consideración social o económica y son los pilares fundamentales sobre los que se construye una relación sólida y duradera.

Además, es innegable que las redes sociales han contribuido a exacerbar esta tendencia, creando una cultura en la que la comparación constante y la valoración de lo superficial son la norma. Se promueven, de manera constante, imágenes idealizadas de relaciones perfectas, fomentando la búsqueda de una perfección irreal que, en la mayoría de los casos, no existe. Esto dificulta aún más que las personas se conecten de manera auténtica y sincera, ya que se prioriza la apariencia sobre la esencia. Es importante recordar que las redes sociales solo muestran una pequeña y cuidadosamente seleccionada parte de la realidad, y que la verdadera felicidad se encuentra en la aceptación de uno mismo y en la valoración de las relaciones verdaderas, aquellas que nos nutren el alma y nos hacen crecer como personas.

Por lo tanto, ha llegado el momento de cambiar nuestra forma de pensar y de dejar de lado los prejuicios. 

Aunque  también es importante reconocer que estos requisitos, desde otra perspectiva, podrían interpretarse como una señal de alerta para las mujeres, instándolas a no traer más hijos al mundo sin una planificación de vida adecuada, a priorizar su formación personal y a mejorar sus condiciones de vida. Porque si esta es la situación actual, con hombres planteando tantas preguntas antes de iniciar una relación, ¿qué nos depara el futuro? Quizás los hombres tampoco desean repetir experiencias pasadas donde la carga económica recaía desproporcionadamente sobre sus hombros. 

Pero no obstante, el amor verdadero está ahí fuera, esperando ser descubierto por aquellos que se atreven a mirar más allá de las apariencias y a valorar la esencia de cada ser humano. Es un amor que no exige condiciones ni impone requisitos, sino que acepta y celebra la diversidad y la singularidad de cada individuo. Un amor que nos invita a crecer juntos, a  construir un mundo más justo y equitativo, donde todas las personas tengan la oportunidad de ser felices.

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